La leyenda de la china poblana

Una princesa, un rapto, devoción y muchas lentejuelas son los elementos que integran la leyenda de la china poblana.

Una de las leyendas más difundidas sobre el origen de la indumentaria de china poblana nos lleva hasta India. Se trata de Catharina de San Juan, cuyo origen oriental le valió el mote de China Poblana, por lo que su vestimenta y destrezas en cuanto a la cocina y las manualidades fueron conformando al cabo de los siglos un personaje que hoy representa a México como emblema nacional.

Las investigaciones sobre la vida de Catharina de San Juan tienen diversas lagunas, ya que no hay una fuente que precise de manera biográfica en vida; todas las obras la refieren de manera póstuma por lo que hay varios huecos que se han hilado como conjetura.

¿Quién era Catharina de San Juan?

Diversos estudios refieren a Catharina de San Juan como la mujer que apodaron como China Poblana, y cuya indumentaria con elementos filipinos se popularizó y asoció con la mujer mestiza de belleza evidente, modales hogareños y devoción católica.

La biografía de Catharina de San Juan es resumida en el capítulo 5 de Apariciones de seres celestiales y demoniacos en la Nueva España por Gisela von Wobeser:

“En 1619, el comerciante poblano Miguel Sosa adquirió una esclava joven oriental en el mercado de Manila, Filipinas, a través de un socio comercial, quien la condujo hasta Acapulco. Ella provenía de la India o de algún otro país oriental”.

De acuerdo con la investigación de Von Wobeser, el nombre le fue dado por unos jesuitas durante el trayecto a Manila, ya que fue raptada por unos piratas en la playa de la India.

“Miguel Sosa, el nuevo amo de Catarina, era un comerciante exitoso que pertenecía a la élite poblana y residía en el primer cuadro de la ciudad. Él y su mujer, Margarita Chávez, eran cristianos devotos […] A su llegada a Puebla, Catharina, quien pronto recibió el apodo de China Poblana, tendría unos diez años de edad”.

Sobre los talentos de Catharina, refiere los siguientes:

  • Buena cocinera
  • Experimentada molendera de chocolate
  • Hábil costurera y bordadora

En 1624 muere el amo de Catharina y le otorga su libertad tras dos años de servicio a su viuda. Es así como trabaja después para el sacerdote Pedro Suárez, quien la casa con Domingo Suárez.

Catharina enviuda en 1644 y recibe apoyo de diversos benefactores, entre ellos, Hipólito del Castillo y Altra, quien le permite vivir en su casa y trabajar ahí, donde muere en 1688.

Alonso Ramos, su confesor jesuita, promovió los testimonios de las experiencias místicas de Catharina como una evidencia de que se trataba de una santa. Sin embargo, en 1691 la Inquisición borró todo intento y huella gráfica de Catharina.

La personalidad de la china poblana que se volvió emblema nacional

Los atributos de buena cocinera, devota religiosa y experta en el bordado fueron los que se promovieron como el ideal de la buena mujer mexicana de finales del siglo XIX y principios del XX, muestra de ello es la descripción de la figura de la china poblana que describe Manuel Payno:

“El cutis de la china es rosado, suave y delicado como una nutria; sus ojos aceitunados, ardientes y expresivos; su cabello negro y delgado, su cintura flexible, sus pies pequeños, sus formas todas redondas, esbeltas y torneadas. Este cuerpo tan seductor lo viste con una enagua interior con encajes y bordados de Ana en las orillas, que se llaman puntas enchiladas, sobre esa enagua va otra de castor o de seda, recamada de listones o lentejuela: la camisa es fina bordada de seda o chaquira, y deja ver parte del cuello, que no siembre encubre con un rebozo llegado con mucho donaire…”

Y es precisamente sobre este imaginario de una personalidad sumisa y entregada a las labores del hogar que argumenta el coleccionista René Ramírez Ordóñez que se trató de un impulso ideológico que se creó de manera artificial para forjar la identidad mexicana, al concluir la Revolución Mexicana.

Con el tiempo, el traje de China Poblana se estilizó y se convirtió en la vestimenta nacional por excelencia. Consta de una camisa blanca de manga corta, escotada en el pecho, confeccionada en fino algodón bordado con diversos motivos vistosos. La falda es una saya larga de tela gruesa en color rojo oscuro, con bordados al frente que reproducen los símbolos patrios: el águila devorando la serpiente posada en un nopal, o bien, el calendario azteca. Completa el atuen­do un fino rebozo de seda en los tonos de los colores de nuestra bandera nacional; y el que exige el chongo trenzado con moños tricolores, varios collares de cuentas de papelillo y grandes arracadas de oro.

El nacionalismo que vio nacer al muralismo es, quizá, el verdadero origen de la china poblana como un emblema mexicano, pues luego se hizo acompañar del chinaco que es una suerte de charro mexicano y juntos bailaron el jarabe tapatío.

Fuentes: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/la-china-poblana / https://www.mexicodesconocido.com.mx/la-leyenda-de-la-china-poblana.html