El Castillo de Chapultepec

Por decreto del Presidente Lázaro Cárdenas, el Museo Nacional de Historia abrió sus puertas en 1944.

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El topónimo de Chapultepec procede del náhuatl chapul (in) -saltamontes-; tepe (tl) -cerro o montaña. La c al final es un sufijo que denota nombre de lugar: en el cerro del Chapulín.

El bosque de Chapultepec tiene una historia que se remonta a tres mil años. Piezas de cerámica y entierros del periodo Preclásico (2500 a.C – 200 d.C.) son testimonios que nos hablan de los primeros pobladores a las orillas del lago de Texcoco. Los mexicas lo ocuparon en diferentes ocasiones: durante su migración, se detuvieron por un corto tiempo en Chapultepec, hasta que fueron expulsados por los chalcas y los xochimilcas, pueblos vecinos. En 1325, después de la fundación de México-Tenochtitlan, Chapultepec fue considerado como lugar sagrado y sitio estratégico debido a los manantiales que surtían de agua potable a la capital del imperio.  

Durante el Virreinato, Chapultepec continuó siendo un sitio de gran importancia.

En 1530 el emperador Carlos V decretó, por Cédula Real, que el bosque de Chapultepec se convirtiera en propiedad de la ciudad de México. Para los primeros virreyes éste era un lugar de descanso y esparcimiento: lo utilizaban para pasear y para cazar ciervos, liebres y conejos. Era tan apreciado, que el virrey Luis de Velasco (1590-1595) mandó construir un palacio de recreo en la falda del cerro. Este fue destruido en 1784 por una explosión de pólvora por lo que, un año después, el virrey Bernardo de Gálvez inició la construcción de otro palacio en la cima del cerro: el Castillo de Chapultepec.  

En 1845, el bosque fue utilizado como lugar de práctica de los cadetes del Colegio Militar, quienes ejercitaban tiro y realizaban todo tipo de actividades militares. Dos años más tarde, tras la guerra contra Estados Unidos, el cerro fue talado en su totalidad para evitar que se escondieran las tropas derrotadas.

La transformación del bosque de Chapultepec, hasta convertirlo en uno de los parques más bellos y famosos del mundo en el siglo XX, es una de las obras del gobierno del general Porfirio Díaz. En 1895, se formó una comisión con el fin de hacer de aquel hermoso lugar un verdadero sitio de recreo, abierto a todo público. El rescate del bosque consistió en trazar calzadas con desarrollos, casi idénticos, a los del bosque de Bolonia; se hizo un lago artificial y se aprovechó la tierra de la excavación para formar montículos, de diversas alturas, que rompieran con la monotonía de las superficies planas. No obstante, el Bosque se ha ido transformando desde entonces, a la par de los cambios políticos, económicos, sociales y culturales de la ciudad que lo alberga. 

Los antecedentes del Museo se remontan a 1825, año en el que el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, ordenó la formación del primer Museo Nacional. Su historia continúa el 4 de diciembre de 1865, cuando el emperador Maximiliano de Habsburgo decreta la creación del llamado Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia, con sede en la antigua Casa de Moneda. En 1867 este Museo quedó dividido en cuatro secciones: Historia natural, Antigüedades, Historia y Arte. Para 1890, la sección de Historia ya contaba con cinco salas, divididas en: Franciscanos, Virreyes, Cortés, Conquista e Independencia. 

En 1910 las colecciones de Historia Natural se separaron para formar el recién inaugurado Museo de Historia Natural, en la calle de Chopo. Posteriormente, en febrero de 1939, se publicó el decreto en el cual, el presidente Lázaro Cárdenas, ordenó que el histórico Castillo de Chapultepec se convirtiera en sede del Museo Nacional de Historia. Las labores de readaptación para que el edificio incorporara, entre sus muros y columnas, una de las colecciones más ricas y variadas del enorme patrimonio cultural de nuestro país, se prolongó durante cinco años hasta que, el 27 de septiembre de 1944, el Museo abrió sus puertas para dar a conocer la historia y arte de México.

Crédito de las fotografías: Izven Salmerón y a quien corresponda.

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